Carta de agradecimiento a Don Julián López Martín de su Seminario
Nuestro obsequio agradecido a Don Julián no fue algo material, sino inmaterial: una carta escrita por los formadores y seminaristas desde el afecto y agradecimiento por tanto.
Seminario Conciliar San Froilán
León, 7 de diciembre de 2020
Muy querido Don Julián:
Desde el momento en que se
anunció la elección de un nuevo Pastor para nuestra Iglesia de León y que usted
pasaba a ser nuestro Administrador apostólico, se han ido sucediendo los
merecidos reconocimientos hacia su persona y hacia su entrega generosa al
cuidado de “esta porción del Pueblo de Dios que camina en León”, como le
gustaba decir a nuestro, siempre recordado, Antonio Trobajo, que en paz
descanse.
Aún tenemos que celebrar la misa diocesana
de acción de gracias, prevista para el próximo viernes, día 11. Pero le faltaba
el agradecimiento de esta institución tan querida y cuidada por usted, que es
el Seminario San Froilán. Por eso, y para no multiplicar los eventos, algo dificultoso
en las complicadas circunstancias del presente, hemos querido unir dos
celebraciones en una: al gozo de festejar la ordenación diaconal de uno de
nuestros seminaristas, Thierry, le hemos querido sumar el homenaje agradecido
hacia usted, conscientes de que no habrá muchas más oportunidades de hacérselo
llegar de esta manera.
Sabemos que están siendo días
cargados de idas y venidas, de ocupaciones y preocupaciones, ocupado como está
en ir cerrando la abultada carpeta de su misión en León y en prepararse para
seguir sirviendo al Señor en esta nueva etapa de merecidísimo descanso de
tantas fatigas que conlleva el servicio a la Iglesia como obispo.
Pero esta es una celebración en
familia, como las que, a lo largo de todos estos años, ha disfrutado con la
comunidad del Seminario. Nosotros, formadores y seminaristas, queremos darle
las gracias, particularmente, porque su cercanía nos ha permitido sentirle como
Padre, Hermano y Amigo.
No pasaban más de dos semanas sin
que propiciara un momento de encuentro con nosotros. Recordamos especialmente
las eucaristías, sencillas a la vez que profundas, que celebró con nosotros en
la pequeña capilla del tercero, donde se sentaba para compartir sin prisas la
Palabra de Dios. Recordamos su unción celebrando, con esa sencillez sin
artificios ni afectaciones que a usted le gusta en la liturgia, de la que ha
sido maestro en las aulas, pero, también, en los templos de la diócesis.
Y después venía la cena
comunitaria, en la que le sentíamos relajado, entrañable, cercano, más aún conforme
iban pasando los años y la confianza mutua era mayor. Hemos tenido el
privilegio de escuchar sus anécdotas, de descubrir su capacidad de sonreír y de
reír, de alegrarse espontáneamente y sin distancias. Creemos que estos momentos
también han sido buenos para usted, que ha encontrado en ellos una oportunidad
de descanso y esparcimiento en medio de tantas preocupaciones y desvelos por el
pastoreo.
Su celo de apóstol, que le ha
llevado a visitar más de una vez incluso las parroquias más pequeñas de nuestra
tierra, su capacidad de trabajo infatigable, de asumir responsabilidades
nacionales y en la organización de los Congresos Eucarísticos, dejan en
nosotros, no lo dude, una huella importante. Nos estimulan a servir a la
Iglesia en todo lo que esta nos pida, poniendo al servicio del Reino de Dios
nuestros dones, talentos, esfuerzos y, en definitiva, nuestras vidas.
El actual equipo formativo, y
también los que antes asumieron esta misión, hemos agradecido que confiara en
nosotros, que siempre estuviera ahí, pero respetando también nuestras
decisiones y nuestro modo de conducir la vida del Seminario.
Para un Obispo, el Seminario de
su diócesis ocupa siempre un lugar preferente en su corazón de pastor. Pero, en
nuestro caso, podemos decir con toda verdad que Dios nos ha concedido sentir y
vivir que realmente es así. En las entrevistas personales, en las reuniones con
los formadores, en la preocupación constante, hemos experimentado la verdad de
esta afirmación. No siempre hemos respondido, seguro, como usted esperaría y
habrá sentido dolorosamente, momentos de ingratitud y de frialdad por nuestra
parte. Que Dios nos perdone a nosotros y que a usted le alivie con el bálsamo
de su amor.
Esta carta agradecida la hemos
escrito entre los sacerdotes y los seminaristas. No es, y eso se percibe
fácilmente, un trámite ni un cumplido. Son palabras que brotan del alma y que
se hacen letras.
Donde quiera que el Señor le
lleve, para seguir sirviendo al Reino de Dios en esta etapa nueva que comienza,
recuerde a estos sus hijos que le seguirán encomendando y agradeciendo.
Hasta siempre.
FORMADORES Y SEMINARISTAS DEL SEMINARIO CONCILIAR SAN FROILÁN DE LEÓN
Etiquetas: ENCUENTROS, EVENTOS, NOTICIAS, OBISPO, REFLEXIONES, TESTIMONIO
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