SEMINARIO: PADRES Y HERMANOS COMO SAN JOSÉ
Creo que en todos los seminarios del mundo, al igual que en la inmensa mayoría de casas religiosas y conventos, haya, al menos, una imagen de san José. En algunas se le representa cargando, paciente y bonachón siempre, a un Niño Jesús “ya crecidito”, con mimo, como quien lleva un valioso tesoro. En otras, lleva al Niño de la mano, entre guiándole y frenándole, porque todos los niños a cierta edad, aunque confían en sus papas más que en nadie, tienen ya ganas de escaparse y andar a su aire. En nuestro Seminario San Froilán tenemos imágenes de los dos tipos, una por capilla.
San José es en nuestros oratorios
una presencia silenciosa pero entrañable, justo igual que lo era en la vida de
Nazaret que nos cuentan los evangelistas. Toda la atención se la llevan María y
Jesús, pero José está siempre ahí. En la sombra, como las personas realmente
importantes en nuestros hogares, pero está ahí.
El Papa Francisco, con motivo del
150 aniversario de la declaración de san José como Patrono de la Iglesia
universal, ha convocado un “Año de san José”, que durará hasta el 8 de
diciembre del 2021. Lo ha hecho con la carta Patris Corde (Con corazón de Padre), que podemos leer fácilmente, y
en la que nos invita a aprender e imitar sus virtudes. San Juan Pablo II
también le dedicó, en 1989, una exhortación que tituló Redemptoris Custos (Custodio del Redentor).
Custodio… ¡Que bella expresión
para hablar de este santo! El verbo “custodiar” define perfectamente su misión;
en su primera acepción significa “guardar algo con cuidado y diligencia”. Así
hizo el bueno de san José con Jesús niño, siendo bien consciente de que la
misión de ser padre adoptivo del Mesías y esposo de su Madre Santísima le
superaban, pero era lo que Dios le pedía. Y lo cumplió con toda fidelidad y
prontitud, olvidado de sí mismo y viviendo para colaborar con el plan divino.
Lo hizo “custodiando”, que, pienso
yo, no es lo mismo que guardar ni, mucho menos, que acaparar. Uno puede
custodiar un tesoro que no le pertenece y estar, por sentido de la responsabilidad
o por amor, dispuesto a dar la vida por la misión. José sabe que su Hijo no es
suyo, no le pertenece, porque es de Dios y de María, pero está dispuesto a dar
la vida para custodiarlo.
Y lo custodia sin aprisionar,
dejando que ese niño, que crece en estatura, sabiduría y gracia ante Dios y
ante los hombres, encuentre su propio ser y su camino, aunque tenga que partir
un día del taller y del hogar de Nazaret, cuando el Padre lo agite para la
misión con el Espíritu Santo que lo habita.
Tiene mucho sentido que los
seminarios estén encomendados a san José. Aquí la Iglesia diocesana “custodia”
las vocaciones que Dios va haciendo brotar en ella, igual que san José custodió
al Redentor en Nazaret. Lo hace sabiendo que cada uno de estos llamados, con su
historia personal única, son un tesoro que pertenece a Dios y que, de Él, los
recibe como un don. En los seminarios no se acapara egoístamente a las
personas, ni se las encierra “en burbujas” de fantasía, sino que se las ayuda a
crecer en todas sus dimensiones, animándolas y sosteniéndolas para que,
terminado este tiempo tan intenso de formación, sean reflejos del Buen Pastor,
sacerdotes para hacer presente en el mundo el reino de Dios que va creciendo.
Etiquetas: CELEBRACIONES, DÍA DEL SEMINARIO, ORACIÓN VOCACIONAL, REFLEXIONES, TESTIMONIO
<< Inicio