jueves, 18 de noviembre de 2021

TESTIGOS DE SU SACERDOCIO

 

Del 29 al 31 de octubre, la pequeña comunidad del Seminario San Froilán, acompañados de nuestro obispo D. Luís Ángel, viajamos hasta las lejanas tierras de Tortosa para vivir, junto con otros seminarios y muchos fieles, llegados de los más diversos lugares, un acontecimiento de gracia. Cuatro sacerdotes pertenecientes a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, Francisco Cástor Sojo López, Millán Garde Serrano, Manuel Galcerá Videllet y Aquilino Pastor Cambero, martirizados durante la persecución religiosa en España de los años 30, fueron declarados Beatos y, con ello, propuestos a todo el Pueblo de Dios como modelos e intercesores.

La Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Corazón de Jesús, fundada por el Beato Manuel Domingo y Sol para la promoción y formación de las vocaciones al sacerdocio, ha prestado un impagable servicio a los seminarios de España. Hoy continúan presentes en nuestra nación, aunque mermados en número, pero su gran labor se ha ampliado a muchos seminarios del mundo, allí donde aún son requeridos.

Con estos cuatro nuevos beatos, son ya treinta los Operarios mártires declarados beatos por la Iglesia. Fueron testigos de la fe en Cristo y de su sacerdocio en tiempos muy duros por el odio anti-clerical que, como una sangrienta tormenta, se difundió por ciudades y pueblos de España. Entonces llevar una sotana, un hábito o un simple breviario era motivo suficiente para merecer la infamia, la tortura y la muerte. Pero ellos acogieron su suerte con humilde valentía, con miedo, sí, pero sin renunciar, por ello, a cargar la cruz del Señor, que anunció para los discípulos de cada generación: “Si a mí me han odiado, también a vosotros os odiarán, si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán”.

La elevación a los altares de los mártires de esta época cruenta no busca, en absoluto, hacer una reivindicación revanchista de una parte de aquella España, rota en guerra fratricida, contra la otra parte, ya que los mártires murieron perdonando y nos invitan a vivir el perdón y la reconciliación cristiana. Pero no sería justo que dejásemos en el olvido de la historia el valioso testimonio de amor, de entrega y de valentía evangélica que dieron. Hacer memoria agradecida de su sangre inocente derramada, nos ha de ayudar a vivir hoy de un modo más evangélico, a ser sembradores de paz como ellos y, en el caso de estos beatos, nos pide, a los que hemos recibido su mismo ministerio, vivir el sacerdocio con una entrega total a Dios y a su pueblo santo, como ellos hicieron.

Nuestro Seminario San Froilán dio gracias a Dios, especialmente, por el beato Millán Garde Serrano que, en el año 1935, servía como director espiritual de nuestro seminario, justo antes de ser cruelmente martirizado en su pueblo natal de Vara de Rey (Cuenca). Su paso por esta casa leonesa fue fugaz, pero suficiente para dejar el buen olor de Cristo Pastor como sacerdote piadoso, afable y sacrificado. En alguna ocasión, ante las noticias del odio furibundo que se desataba contra la Iglesia había manifestado: “¡Cuán dichosos seríamos si alguno nos cortase la cabeza para derramar nuestra sangre por Cristo!”. El Señor acogió generoso el deseo de este pastor valiente, que anhelaba portar la palma martirial, el 7 de julio de 1938, al terminar el rezo del rosario entre los tormentos de la cárcel.

Nos confiamos a su intercesión y a la del resto de beatos sacerdotes mártires. Siempre se dijo que la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. Que lo sea también, y abundante, de las vocaciones sacerdotales que tanto necesitamos, y a las que ellos consagraron sus jóvenes vidas.


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