viernes, 25 de junio de 2021

Adrián: Carta al seminarista que vendrá.

Adrián, escribe para nuestro Blog



Con alegría os dejamos estas palabras de nuestro hermano Adrián quien será ordenado presbítero en pocos días. 


Carta al seminarista que vendrá

Querido hermano:

No sé quién eres ni cómo te llamas, pero llegaremos a conocernos. No sé de dónde eres ni qué edad tienes, pero nos encontraremos y compartiremos historias de nuestra vida. No sé cuándo ni cómo será, pero será. 

Te preguntarás entonces a quién estoy hablando. Pues te estoy hablando a ti, al seminarista que vendrá cuando yo me haya ido. Puede ser que ya te hayas planteado esa posibilidad o que ni siquiera haya pasado por tu cabeza. De hecho, puede ser que hayan pasado las dos cosas, como me pasó a mí, y que, sin haber pensado en entrar al seminario, ahora esa idea esté rondando tu mente e inquietando tu corazón. Si no ha llegado la pregunta, te la hago yo, ¿has pensado en entrar al Seminario?

Sé que puede dar un poco de vértigo pensarlo seriamente y que es más fácil dejar pasar la idea, decirse que son bobadas, locuras o que eso es para otros y no pensar en ello. Sin embargo, también sé que hacerlo puede ser el mayor error de tu vida. Además, ése vértigo de antes de entrar es un poco “ilusorio” porque entrar al seminario se parece bastante a ir a estudiar a la universidad y vivir en una residencia. ¿A que eso no da tanto vértigo? Entrar al seminario cambia tu vida, pero no tanto como el miedo o las dudas nos hacen creer. Lo que más cambia, aparte de lo que supone hacer una carrera universitaria y vivir en una “residencia”, son los horarios de oración y de servicio, pero eso, la una y el otro, estoy seguro que ya son parte importante de tu vida.

Más que entrar al seminario, lo que cambiará tu vida es el Seminario, si dejas que lo haga. Bueno, en realidad, no será el Seminario, sino Jesucristo por medio de las personas que va a poner en tu camino como regalos y, sobre todo, de los momentos de encuentro y diálogo con él. No te voy a engañar, cambiar no es fácil y cambiar para parecerse a Cristo, para avanzar por donde él te invita, menos. Hay que cambiar la mente y el corazón, hay que dejar de juzgar, de condenar, de ir por libre, de tomar decisiones que sólo te benefician a ti y/o a los tuyos,… y hay que acoger, respetar, perdonar, caminar juntos, pensar en todos, ampliar la mirada,… 

Cambiar no es fácil, pero hay dos cosas que lo hacen más fácil y posible. La primera es que no te cambias tú sólo, sino que es el Espíritu Santo el que obrará maravillas en ti; lo que te toca a ti es colaborar. La segunda es que no hay ritmo ni camino fijo; Jesús es el Camino, pero cada uno lo recorremos a un ritmo y por paisajes diferentes. Lo único que te digo, si me permites el atrevimiento, es que te dejes amar y acompañar por Jesucristo y que no te pares, camina, y, si te paras, que sea para descansar, tomar fuerzas y continuar.

Estoy deseando que conozcamos. Un abrazo.

Adrián

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