“Escuchen qué cosa y cosa/ tan maravillosa, aquesta: un padre que no ha engendrado/ a un Hijo, a quien otro engendra.// Un hombre que da alimentos/ al mismo que lo alimenta;/ cría al que lo crió, y al mismo/ sustenta que lo sustenta// .
Lo habréis escuchado varias veces y en distintas oportunidades, el Papa Francisco ha convocado a la Iglesia Universal a vivir un año de san José. ¿El motivo? El CL aniversario de la proclamación del Patriarca como patrono de la Iglesia, realizada por su antecesor el Papa y beato Pío IX. Aprovechando esta ocasión SS Francisco ha escrito una carta al pueblo de Dios, que lleva como título: “Patris corde”, con corazón de Padre. Esta carta recoge una serie de reflexiones sobre la figura de san José y, que el pontífice quiere compartir con toda la Iglesia, por eso hoy día, aprovechando este momento de la homilía, reflexionaremos en torno a dos de sus características: Padre amado y Padre en la ternura.
“José es el hombre justo, que diste por esposo a la Virgen Madre de Dios”,”el servidor fiel y prudente que pusiste al frente de tu familia, para que haciendo las veces de padre, cuidara a tu único Hijo, concebido por obra del Espíritu Santo, Jesucristo nuestro Señor” , la Iglesia rezando así, expone claramente en qué consiste la grandeza de san José . Lo mismo que la grandeza de María reside en ser Madre de Cristo, la del glorioso Patriarca, en ser Padre del Verbo encarnado.
Para san José, ser padre es mucho más que un simple título, pues implicó, en palabras del papa san Pablo VI: “haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación y a la misión redentora que le está unida; utilizó la autoridad legal, para darse él personalmente, en la entrega generosa de su vida y de su trabajo; puso todo su ser, alma y corazón, desde la dimensión oblativa, al servicio del Mesías nacido en su casa . “Como descendiente de David (cf Mt 1,16.20), y esposo de María de Nazaret, san José es la pieza que une el Antiguo y el Nuevo Testamento” . Él amó hasta el extremo a su Mujer y a su Hijo, quienes en correspondencia justa, también le amaron a Él.
La Paternidad en José, tomó el rostro de ternura, porque él supo concretizarlo en gestos vitales como enseñar a caminar a Jesucristo y tomarlo en sus brazos, llevando el “pan nuestro de cada día” a la casa de Nazaret; protegiéndolo al huir en la noche con María a Egipto, porque Herodes quería matarlo; enseñándole las primeras palabras y un oficio que le ayudara a plenificarse como hombre; le mostró la centralidad de Dios en la existencia, al acompañarle como buen judío al culto sabático y sinagogal, allí le introdujo en el respeto y amor hacia la Ley y la Torá, peregrinó al templo de Jerusalén para cumplir con la ley mosaica, así lo recogen los evangelios de la infancia.
El Padre nutricio del Verbo, le inculcó el valor del trabajo bien hecho como demostración del amor al prójimo, la justicia en el cerrar los tratos adquiridos con quienes solicitaron su mano de obra, la verdad, el respeto a los demás, la importancia de la familia como ámbito propio donde se transmite la vida biológica, y la vida en su sentido más pleno: se lloran las tristezas, se goza con las alegrías y aciertos de los miembros de la familia; se corrigen los errores, se dialoga, se pide perdón por las faltas, en definitiva se aprende a ser hombre, y la personalidad adquiere el equilibrio emocional y psíquico, tanto por todo este señalado, como por los referentes de masculinidad y feminidad que aportan el padre y la madre.
Este año Josefino que se extiende desde el 8 de diciembre pasado hasta el 8 de diciembre del presente año, nos tiene que llevar a redescubrir la figura de san José como un verdadero ejemplo de mejor vida cristiana. Nos recuerdan las enseñanzas magisteriales que la verdadera devoción a la Virgen y a los santos, consiste en la imitación de sus virtudes. No podemos convertirlos en simples destinatarios de nuestro culto: oraciones, devociones, peticiones, prácticas de piedad,… y no intentar imitarles. Hacer esto, convierte la devoción a los santos en un culto vacío, y en un utilizarles para “conseguir favores de Dios”; pero les vaciamos de su ser verdaderos ejemplos que interpelan y nos acercan a Dios, porque transforman nuestras vidas para bien.
En este año que crezca en nosotros la confianza al santo patriarca, resumida en la expresión: <<Ite ad Ioseph>>, que hace referencia al tiempo de hambruna en Egipto, cuando la gente le pedía pan al faraón y él respondía: <<Id donde José y haced lo que él os diga>> . Se trataba de José, el hijo de Jacob, a quien sus hermanos vendieron por envidia (cf. Gén 37,11-28) y que se convirtió posteriormente en virrey de Egipto (cf. Gén 41,41-44) .
Vayamos a José y convirtámosle en nuestro mejor aliado, junto a la Virgen María, ante Dios, al redoblar nuestras oraciones y confiarle lo que nos alegra y entristece en la vida. El miércoles es el día que la Iglesia le dedica de una manera especial, para que el pueblo cristiano le manifieste su veneración.
He señalado hace un momento una serie de actuaciones de José y que nosotros podíamos imitarle: dándole una mayor centralidad a Dios en nuestras vidas, dispensar un mejor trato en el seno familiar a cada uno de los miembros con los que convivimos, ser veraces y justos en nuestras relaciones,… Hay mucha gente que nos rodea y que no practican la fe, y nos miran a los que venimos asiduamente a la Iglesia unas veces para criticarnos y otras, tal vez nos admiren por como nos conducimos en la vida, gracias a la fe que nos anima. Lo mismo que san José encarnó la ternura del Padre Dios, nosotros estamos llamados a encarnar el evangelio, porque es en nuestros actos donde los demás pueden leer la Buena Nueva de Jesús hecha vida.
Que el bienaventurado san José, se muestre padre también para nosotros y nos guíe en el camino de la vida, que nos conceda gracia, misericordia y valentía, defendiéndonos de todo mal . Que así sea.
José Angel Morán Ruiz (pbro.)
Homilía pronunciada en: Camposagrado. 1 de junio del 2021
Etiquetas: EUCARISTÍA, REFLEXIONES, SAN JOSÉ