jueves, 13 de mayo de 2021

Fiesta de San Juan de Avila 2021

PALABRAS EN LA FIESTA DIOCESANA DE SAN JUAN DE AVILA PATRONO DE CLERO ESPAÑOL

 

Buenos días a todos. 

 

Nos reúne en este día la celebración de San Juan de Ávila, y lo hacemos con el deseo de inspirarnos en él.

 

Lejos de ser una figura del pasado, que recordamos únicamente en la conmemoración litúrgica, San Juan de ÁVILA es un santo que continúa siendo importante para el presente, con una riqueza en su haber que aun es capaz de cautivar. Su vida y sus escritos perennes trazan un camino seguro para el seguimiento sacerdotal de Cristo y la adhesión fiel a la iglesia. 

 

Su persona tiene muchas facetas que siguen vigentes para nuestra espiritualidad cristiana y sacerdotal: su fidelidad al Papa y a la iglesia, su profundidad intelectual, su amor por la vocación sacerdotal, su don de predicación, su capacidad de guiar a otros hacia la santidad… todo lo que hizo de él un auténtico hombre de Dios.

 

Supo responder a las situaciones críticas por las que pasaba la cristiandad, no mejores que las del presente, con celo apostólico y atreviéndose a proponer y orientar las reformas necesarias en la iglesia, guiado por el Espíritu Santo. El llamado que hacía a la conversión fue su misión permanente, porque sabía que un corazón lleno de Dios es capaz de darlo todo. Con sus ardorosas palabras, se convirtió en el cimiento para una renovada evangelización.

 

Además, San Juan de Ávila representa de modo imperecedero un modelo de sacerdote adecuado a los tiempos, con un corazón inflamado de caridad pastoral, que se trasluce a través de la riqueza de los textos que han llegado hasta nosotros, con sus cartas, exhortaciones, reflexiones y homilías.

Sus hermosos textos sobre la grandeza del ministerio sacerdotal nos siguen inflamando; como cuando dice: 

 

“Luz del mundo y sal de la tierra” nos llama Cristo: lo primero, porque el sacerdote es un espejo y una luz en la cual se han de mirar los del pueblo, y, viéndola, conozcan las tinieblas en que ellos andan y remuerda en su corazón diciendo: “Por qué no soy yo bueno como aquel sacerdote?”. 

 

Y llámanse sal, porque han de estar convertidos en un sabrosisimo gusto de Dios: tanto, que el que los tocare con la habla y conversación, por derramado que esté y desgustado de las cosas de Dios, cobre el gusto de ellas y pierda el gusto de las cosas malas”.

 

Hoy pasamos por momentos difíciles. No solo como comunidad eclesial, sino como humanidad: la enfermedad, la fragilidad personal y social, la incertidumbre en todos los campos, el miedo, la indiferencia, el individualismo… están reclamando maestros del espíritu, como los sacerdotes, que sepan guiar. 

 

Una de las respuestas más audaces que planteó nuestro santo patrono para los retos culturales y eclesiales de su tiempo fue la necesidad de una formación adecuada de los futuros sacerdotes, convencido como estaba de que de ella dependerían también las respuestas acertadas a los retos de la Iglesia ante un mundo en crisis.

 

En el actual Plan Formativo de los seminarios, la llamada Ratio, tenemos un proyecto de formación sacerdotal que no solamente mira a los primeros pasos en el seminario, sino que también traza el horizonte de la formación permanente para los sacerdotes. Este esquema sitúa el don del sacerdocio anclado en el hombre interior que cada uno de nosotros debemos fortalecer. En el camino formativo, que recorre toda la vida sacerdotal, nuestro hombre interior ha de estar siempre disponible para ir asimilando la configuración con Jesucristo, el Buen Pastor como lo pedía San Juan de Ávila; Lo humano, lo espiritual, lo intelectual y lo pastoral han de desarrollarse armónicamente por la acción de la gracia y el trabajo paciente en uno mismo.

 

En este contexto, le damos gracias al Señor por la vida y fidelidad de estos hermanos sacerdotes que celebran hoy sus bodas de oro y plata; cada uno sois fruto de las manos amorosas de Dios que, con su gracia, ha ido tejiendo vuestra vida al servicio de aquellos a los que habéis sido enviados. 

 

Cada uno, en vuestra propia historia, en la que hoy sobresale la fidelidad, y por tanto la santidad, sois el reflejo de una creatividad eclesial extraordinaria.

 

Pidamos a San Juan de Ávila que, así como él, también nosotros nos abramos al Espíritu para que nos ilumine y suscite nuevos caminos de renovación y sean todos ellos, caminos de esperanza.

 

Y que María a la que él tanto amor tenía, sea fuente de fidelidad en nuestra vocación. 

 

Javier Cortés Torres, 4º E.E










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