Hermana Pilar – Hija de la Caridad
«Cargaos
con una mochila de paciencia» nos dice una mujer que ha dedicado su vida a los
demás, a los más pobres de los pobres y que a sus 83 años no deja entrever ni
un atisbo de cansancio, de acedia, de pesimismo,… sino todo lo contrario: está
llena de energía y ganas y un realismo y perspectiva que sólo la experiencia de
los años y el contacto con el Señor pueden otorgar.
El
martes 1 de diciembre hemos tenido el placer de que la hermana Pilar, Hija de la
Caridad de san Vicente de Paul, compartiera con nosotros comida y sobremesa.
Nos ha abierto el amplio desván de sus recuerdos y experiencias «al servicio
del Señor en los más necesitados»: nos ha contado parte de sus andanzas en los
10 años que estuvo en Venezuela, de su actividad en nuestras parroquias y de su
labor en Cáritas.
Especialmente
significativo, y emotivo para ella, ha sido cuando nos ha contado cómo –junto
con otras 6 hermanas– consiguieron que en 4 de las aldeas que visitaban, los
mismos habitantes construyeran sendos templos. También el recuerdo-enseñanza de
la importancia de la constancia en el anuncio y el ofrecimiento trayendo a la
memoria cómo, tras dos años de insistencia, lograron que los hombres comenzaran
a asistir a sus celebraciones y finalmente superaron en número a las mujeres. No
faltó una alusión, entre agradecida y sorprendida, a algunas personas que
«nunca decían que no. No te daban lo que les pedías, sólo la mitad, pero al mes
siguiente pedías lo mismo» y, cómo no, a la Casa
Madre que respondió cuando propusieron la excavación de un pozo de agua. De
su actual servicio en Caritas destaca la importancia de la acogida a las
personas que llegan allí solicitando ayuda, del saber transmitirles cariño,
respeto y la conciencia de que no son ellas las únicas que pasan por allí.
Le
hemos preguntado qué consejo nos daría, como futuros sacerdotes, para poder
atender a los pobres como Dios quiere. Nos responde que, ante todo, hemos de
tener «acogida amable, cariñosa y sonriente; estar muy cerca de ellos; dejar
que os vean como sacerdotes; y enseñarles a rezar y, a los que ya saben,
animarles a hacerlo porque han dejado de hacerlo, a veces por miedo». Y,
sorprendidos por dinamismo y empuje contagiosos e inagotables, le preguntamos cómo
afrontar los momentos difíciles, esos momentos de flaqueza. Rápidamente nos
matiza: «hay que distinguir: si son por la familia, que tira mucho, o si son de
vocación». Continúa y termina con una frase tan sencilla como profunda y
verdadera: «Si son de vocación, hay que apoyarse en Dios».
Muchas gracias, doña Pilar. Rezaremos por usted, por sus hermanas y por todas las religiosas, de las que tanto tenemos que aprender. Que Dios la bendiga, que Dios las bendiga.
Etiquetas: APRENDIZAJE PASTORAL, EXPERIENCIAS, TESTIMONIO, VIDA CONSAGRADA